Por: Israel Pérez | 6 mayo de 2019
Hace poco, un ex estudiante posteó en su cuenta de Facebook una imagen que intentaba (y subrayo lo del ‘intento’) describir las ‘cualidades’ de un comunicólogo, o profesional de la comunicación, para los que cuestionan el término.
Según el autor de esa imagen -más allá de la falta de acentos- las cualidades que tienen los que estudian o estudiaron comunicación son:
“Nunca está conforme con la programación”, supongo que de los medios.
“Gran gusto por la música y sus géneros”.
“Elabora bien sus mensajes, excelente orador en sus ‘verbos’ telefónicos”.
“Excelente compañía y amante”.
“Tiene un gran intelecto. Simplemente son perfectos”.
Aunque se le puede dar cierto crédito a algunas de sus afirmaciones, este decálogo de “cualidades” raya en uno de los grandes defectos de muchos comunicólogos, tanto estudiantes como egresados, que es la superficialidad.
El haber estudiado comunicación no da per se, ninguna cualidad. Los que logran ser auténticos profesionales de esta área del conocimiento asumen los grandes compromisos y responsabilidades inherentes a la profesión porque le apostaron a prepararse todos los días y no pusieron límites a su capacidad de conocer .
Es evidente la existencia de muchos jóvenes que estudian comunicación porque les parece muy “chic”, “fashion” o solo buscan fama y presencia en los medios; algunos se conforman con ser el ‘atractivo visual’ de un programa de televisión, dando prioridad a la imagen sobre el talento o las competencias.
Esto, además de limitar los alcances de la profesión, les reduce las posibilidades de conseguir empleo de lo que estudiaron en otras áreas como la organizacional, política o la producción audiovisual, porque en el sector productivo se refuerza el estigma de que el comunicólogo no sabe hacer otra cosa más que “salir en radio o televisión”.
Por la naturaleza de la profesión y la gran responsabilidad social, los comunicólogos que realmente se asumen como tales, tienen -o buscan tener- competencias básicas que son fundamentales para darle sentido a su existencia en el entorno, como son:
El auténtico comunicólogo escribe no solo porque sabe sino porque le gusta y lo domina, es un generador permanente de ideas. Su conocimiento del lenguaje lo hace encontrar siempre las palabras adecuadas para ser directo, contundente y preciso. Conoce el poder de la palabra y por ello siempre sabe qué expresar y cómo hacerlo para influir en el entorno.
Puede escribir su pensamiento en 140 caracteres o 20 cuartillas sin perder la intencionalidad del mensaje. Busca que su ortografía sea impecable no solo porque conoce el idioma sino porque está consciente que es parte de su naturaleza profesional el perfeccionarse a sí mismo. Para esta profesión los ‘choros’ son signos inequívocos de ignorancia y banalidad.
Reconoce también la importancia de dominar un segundo o incluso un tercer idioma, dada la globalización del entorno profesional.
Un comunicólogo habla correctamente en público, sabe cómo seducir a su auditorio. Sus conocimientos en kinesis, proxemia y paralenguaje lo hacen controlar el escenario y brindar a su presentación credibilidad y congruencia. No teme ser visto o juzgado por otros porque se sabe preparado. Su discurso, hablado o escrito, siempre está estructurado para cumplir propósitos comunicativos específicos.
El comunicólogo es analista y sensible a su entorno por naturaleza. Asume la obligación profesional de estar informado sobre lo que ocurre en su colonia, estado, país y más allá. Tiene el hambre permanente de conocimiento; lo que no sabe lo averigua porque domina las tecnologías de la información.
Reconoce que la comunicación es el punto de partida en las relaciones humanas, por eso tiene la capacidad de observar, analizar e interpretar el comportamiento de los grupos sociales y políticos. Se le busca para que dé su opinión en diferentes foros porque siempre ve más allá de lo evidente.
Independientemente de sus gustos personales, el comunicólogo busca conocer y valorar las expresiones culturales como el arte, cine, teatro o literatura. Tiene la inquietud de estar al tanto de la historia, tendencias y expresiones de cada una de ellas porque sabe que son parte esencial de sus proyectos.
Además, está consciente que la comunicación no se podría comprender y promover si no se adquieren conocimientos de sociología, historia, antropología y filosofía. Por eso el auténtico comunicólogo es un lector asiduo, tiene hambre por saber y conocer.
Esto va de la mano de su capacidad creativa; el comunicólogo es un generador permanente de ideas y las convierte en proyectos aunque no se los hayan solicitado. No están esperando que su jefe o cliente le digan cómo hacer las cosas, propone soluciones soluciones efectivas por su gran preparación y capacidad.
Esas son las cualidades básicas que debería tener un auténtico comunicólogo. Como se puede observar, son mucho más profundas y trascendentes que ser un “inconforme de la programación” o saber “echar verbo”, es toda una responsabilidad social.
No hay que olvidar que la materia prima de la comunicación es el hombre y su desarrollo. Es obvio que un comunicólogo no nace sabiendo todo, pero trabaja todos los días en sí mismo para ser, saber y aportar, aprovechando el gran acceso y uso de la información que se tiene hoy en día.
Está convencido que la diferencia entre un comunicólogo ordinario y un extraordinario es simplemente el extra, generar más que los otros en la búsqueda de su propio crecimiento personal y profesional.
Por eso, no cualquiera es comunicólogo, aunque haya estudiado la carrera.
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Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes a Amo ser comunicólogo.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación y maestría en Ciencias de la Educación. Docente universitario y capacitador de empresas y el sector público en temas de comunicación organizacional. Reportero y columnista. Premio Estatal de Periodismo 2011. Corresponsal en Querétaro de la Agencia Informativa Conacyt, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y creador de contenidos en el Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Querétaro (Concyteq).
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